Nuestra identidad

Villarroya de la Sierra

Unión Musical Villarroyense

Villarroya ha contado siempre con una fuerte tradición musical. La banda de música, La Unión Musical Villarroyense, conocida como “La Veterana”, fue fundada en el año 1845. Como el resto de las bandas de la comarca, tocaban por los pueblos para sacar algún dinero.

Aquel grupo de aficionados villarroyenses que un día del siglo XIX decidieron unirse para disfrutar ejecutando en grupo una partitura musical y, posteriormente, hacer partícipes a sus conciudadanos del mismo gozo; quizá no previeron la transcendencia que ya, en el año 2000, iba a representar aquella feliz iniciativa para sus descendientes.

Hoy la conciencia social y la preparación intelectual de los habitantes de esa villa confiere a su banda de música una importancia capital en la formación, cumplidos sus anhelos musicales, perteneciendo a la agrupación.

La tradición oral y la buena memoria de algunos de los ya casi centenarios músicos supervivientes nos han transmitido en forma de mítico suceso el acontecido en Calatayud con motivo de la celebración en el año 1908 un Certamen Regional de Bandas de Música. En aquella memorable ocasión participó bajo el nombre de “Musical Villarroyense” (su verdadera y original denominación) con 13 componentes y aparte de las múltiples y sabrosas anécdotas que rodean el evento, volvieron con una meritoria medalla.

Ha sabido mantener su continuidad hasta nuestros días, integrada ahora por chicos y chicas jóvenes, mas algún veterano. Dos personas vinculados con el mundo de la música han nacido en la villa: Bernabé Martí, casado con Montserrat Caballé, tocaba en la banda el saxofón y en que le ayudaron los actos religiosos, lo que permitió oír su voz a personas que le ayudaron a desarrollar su carrera musical como tenor. Otro de los veteranos que tenemos referencia es Manuel Cestero, que tocaba la tuba.

Manuel Cestero

El más veterano de la banda de música

Esta biografía gira en torno a Manuel Cestero, el más veterano de la banda de Villarroya de la Sierra y a Mariano Labad, el gaitero de La Almolda. Ambos llevan muchos años animando fiestas y reuniones por amor al arte.

Manolo, con sus 84 notas, ha tenido como paisajes permanentes el tono ocre de la tierra donde nació. Ha trabajado duro en el campo que siempre castiga,. Este hombre nació en Villarroya de la Sierra.

Ahondando, abriendo el surco y afinando el instrumento que aún toca en la banda. Expirando fuerte por la embocadura y moviendo grácil y enérgico sus dedos, cogiendo, abrazando la tuba, así ha transcurrido el tiempo para don Manuel Cestero Barbero, utilizando sus dos herramientas vitales, el azadón que da de comer y la tuba que alimenta emociones.

Manolo ganaba 14 reales por cavar remolacha, no paraba en todo el día de cavar. En la plaza, los días de fiesta, las gentes agradecen con sus bailes y alegrías esos añejos pasodobles que interpreta la banda, donde los mozos y las mozas inician más de un devaneo que acaba en casamiento.

Tal vez así fue como vino al mundo este ser bien nacido en el año 1905. Y quizá por ello tuvo un algo especial, una llamada a la música que le invadió desde la niñez.

Mis padres no eran músicos, pero a mí me gustaba mucho cuando había música en el pueblo y empecé a aprender con un herrero que tocaba el bombo. Cuando volvía del trabajar ensayábamos juntos y así fui emprendiendo.

La banda de Villarroya de la SierraA se creó en el año 1844 y resulta entrañable como Manolo, sin mucho esfuerzo, demostrando que conserva perfectamente la memoria, se va acordando de los más viejos.

Lleva tocando desde el año 1918 y todavía no se ha cansado, siendo el músico de tuba en activo más veterano de España y el único del pueblo que queda de los seis que llegó a tener. Primero comenzó con el cornetín cuando tenía 8 años, pero alguien le dijo que su labio no era bueno para dicho instrumento y se cambió a la tuba, con la cual, después de todos estos años, se siente identificado en una simbiosis perfecta.

Su primera actuación fuera de Villarroya fue el año 1919, en Clarés de Ribota (pueblo natal de su madre). Guarda muy buenos recuerdos de entonces, cuando recorrían los caminos a pie o en caballerías y caminaban muchos kilómetros con los instrumentos a cuestas durante seis u ocho horas bajo en sol o la lluvia. Lo que añora es poder tocar más (y los dientes, que todo cuenta para poder tocar bien).

No fue al servicio militar porque tuvo un accidente desde un balcón por el cual se cayó y le produjo una lesión que le ha dejado parcialmente sordo.

Aún conserva marcas en la cabeza de aquel suceso, pero no ha tenido ningún problema con su salud.

– No me ha dolido nunca la cabeza y sólo me pusieron una inyección porque me mordió un perro en la pierna, pero el animal estaba vacunado y no me pasó nada.

Solo es preciso ver la buena planta de este hombre de 84 años que se mantiene fuerte, vivaz, muy risueño y amable. Este hombre es fruto del viento y el sol de la tierra y en cada nota lo expresa con esa dulzura a la que pocos llegan en un ámbito como este, rural y duro.

En Manolo nos encontramos con una personalidad arrolladora y dulce, grande y grave como la tuba con la que armoniza. Sus ojos claros y húmedos se muestran llorosos cuando hablamos de la unidad de los componentes de la banda. Nos cuenta su adiós a un miembro en transición.

– Yo no he tenido más amigos que los de la banda, para mi han sido como hermanos. Hace tres se ha muerto uno, Matías, que cuando se despidió me dijo. “Ya hemos terminado, hermano. Tú tocarás más años que yo. Me hizo llorar, para mí era como hermano.

– Han estado estos músicos muy unidos y pocos se atrevían a romper esta unidad. Una vez en la ronda se metió uno a dar mal, pero entonces yo tenía fuerza, cogí al bajo y se lo tiré, entonces poco necesitaba yo para cargar 100 kilos.

Es como un  niño grande, fuerte y un experto en el arte de vivir. Porque Manolo ha vivido con el arte desde que aprendiendo con el método de don Hilarión Eslava. Empezó a tocar y a recorrer caminos con su máquina de hacer del viento sonido, música, felicidad. Él siempre ha sido transmisor de felicidad.

Una mortal plaga de filoxera transformó el habitual paisaje de viñedos en el dorado oleaje del cereal, llegando hasta la actualidad, en que los empedrados campos de almendros florecen la nuevas esperanza, como Alberto de 8 años y David de 9 años, dos chicarrones que ya participan en la banda. David incluso ya ha salido a tocar con la banda en Belmonte. Manolo nos confiesa que es muy nervioso y que rompía un clarinete. Hay muchos chavales que empiezan con 7 y 8 años a ensayar. Así fueron también los inicios de Manolo, pero su generación pasó por la gran herida nacional que fue la guerra civil.

Los tiempos de la guerra civil no tuvieron especial incidencia en Villarroya salvo las bajas que se produjeron y los lógicos problemas de abastecimiento, pero en estas zonas rurales siempre se pudo llevar mejor. En cuanto hubo paz, la banda empezó a salir a los pueblos, cosa que no podías hacer en tiempos de guerra.

Cuando había tantas bandas existía camaradería y compañerismo entre todos. Competencia y colaboración se fundían en un solo objetivo, interpretar música. Por ejemplo cuando les hacía falta algún instrumento lo pedían prestado a otras bandas de poblaciones cercanas.

Cuando iban por los pueblos, los músicos eran los amos. A Bernabé lo quisieron desnudar en Berdejo, nos dice Manolo recordando que Bernabé Martí (esposo de Montserrat Caballé) es cuñado suyo.

Es éste uno de los buenos frutos vocales que ha dado Villarroya.

– Yo le dije que tenía que aprender música. Se crió en nuestra casa porque su madre era muy mayor y a pesar de que varios de sus amigos se fueron, él me tuvo respeto y se quedó. Me hizo caso y luego le ha valido para mucho.

Nos sigue diciendo que Bernabé siempre ha cantado muy bien. Recuerda cómo unos meses antes de finalizar la guerra, fueron a la “Virgen de la Sierra” y Bernabé era el pastorcillo que cantaba bajo la admiración de todos. Luego interpretó muchas misas, las mejores que se recuerdan allí, según se reconocía por los párrocos.

Ha contado también este pueblo, además de buenos músicos y voces renombradas, con compositores, teniendo la academia de música en los archivos polcas, pasodobles, dianas y hasta una gran misa réquiem, todo ello salido de la imaginación y la lírica de algunos habitantes de esta vecindad de la sierra.

Las academias donde se ensaya la música son unos locales del Ayuntamiento, donde hace poco se han trasladado y realmente están muy bien. Tiene espacio suficiente para que los chavales practiquen con sus instrumentos y se puedan impartir las clases a los más novatos. Todos los mayores participan de la enseñanza a los chicos. Y ellos retomarán la responsabilidad de hacerlo a sus hijos para conseguir que no se pierda la tradición. Se lamentan de no poder encontrar música de bandas, según nos apunta Julián Chueca Anadón, otros de los veteranos con 71 años, que toca el saxo. Su hermano es el actual director de la banda.

Hay algo que no tiene don Manuel, seguidor para su tuba.

– No quiere aprender nadie, nos dice lamentándose, parece que prefieren instrumentos más ligeros.

Lo cierto es que la tuba, con sus 8 kilos, es unos de los instrumentos más importantes y grandes, como la función que desempeña con su sonido grave y profundo en la banda. ¿Qué sería de la banda de Villarroya sin la tuba de Manolo?

La burra “Paloma” ha ayudado a Manuel en sus labores agrícolas.

En la fotografía aparece con su mujer y con Julián Chueca, compañero en la banda.

Manolo dedicó su adiós a la banda de música  La Veterana, de Villarroya de la Sierra.

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